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Bienaventurados Los Que Tienen Hambre y Sed De Justicia

El hambre y la sed son dos condiciones con las cuales todo ser humano nace. Los bebes por naturaleza lo experimentan al nacer, todos sabemos lo que es tener hambre. Podríamos decir que el hambre y la sed son dos condiciones que aunque muchos la sufren en extremo, en cierta medida sabemos lo que eso significa. Sin embargo, desde el punto de vista biológico, el hambre y la sed son señales de vida y salud.


Si usted en estos momentos siente deseo por un Sirlon Steak, o una carne asada a la tampiqueña, con frijoles a la charra, arroz, tortilla, pico de gallo, aguacate y rico refresco de frutas, si usted comienza a saborearlo, déjame decirte que usted esta vivo, es más, usted esta en buen estado de salud. El hambre y la sed son condiciones que expresan una necesidad, que advierten que algo esencial en nuestro cuerpo necesita ser suplido. Por lo tanto, aunque la sensación de tener hambre y sed, sean desagradables, es algo que cumple un rol indispensable en el buen funcionamiento del cuerpo. Nos alerta al hecho de que nuestras reservas de energía están bajas y deben ser recargadas. Nos insta a procurar alimentos y bebida para satisfacer las necesidades elementales de nuestro ser.

Y Jesús traslada esa misma sensación de hambre física a hambre espiritual, y nos dice: que es por medio de esa necesidad que nos sentimos impulsados a buscar de Dios, a buscar de Él aquellos elementos que son necesarios para nutrir nuestra vida espiritual. Por esta razón Jesús podía decir, que aquel que tiene hambre y sed de justicia es «bienaventurado», pues su necesidad abre el camino para la provisión de Dios.

No se trata de gustos y apetitos, sino de un anhelo desesperado, un hambre y una sed semejantes a la sed descrita por el salmista: Leer Salmo 42:1–2 Permítame hacerle una pregunta: ¿Es esta una condición que usted experimenta a diario? El Señor en esta cuarta bienaventuranza nos advierte que una vida espiritual saludable, estable y fructífera esta proporcionalmente relacionada con nuestra necesidad de hambre y sed. ¿Es tu dieta espiritual una prioridad en tu día a día? ¿De la misma manera como nos alimentamos físicamente tres veces al día (algunos hasta cinco) de la misma manera es tu anhelo por alimentarte de Dios?

Y es que en términos físicos la buena salud de nuestro cuerpo depende de cómo es que estamos nutriéndonos, depende de una buena, sana, y balanceada alimentación. Por lo tanto para tener una correcta salud espiritual dependerá de una buena, sana y balanceada nutrición espiritual. Y Jesús nos advierte en este versículo de un peligro que muy sigilosamente trastorna nuestra salud espiritual y es la falta de apetito. Pero no se confié de su propia evaluación, no confié en su propio diagnostico de su condición espiritual porque las apariencias pueden ser engañosas. Usted puede asistir a la iglesia regularmente y sin embargo no estar alimentándose como debe de ser. Fue la misma condición que Jesús encontró en su pueblo, El les dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí”. Mateo 15.8 Preguntémonos si ¿Alimentarte de Dios, es una necesidad más que básica, vital para ti?


¿Cuáles son los parámetros para saber con objetividad si yo tengo hambre y sed?


1. Al Reconocer la ineficacia de tu propia justicia.

El principal obstáculo que les impide a las personas aceptar el evangelio no radica en el hecho de que ignoren que son pecadores, ese no es el problema. Si le preguntamos a una persona común: ¿Has pecado contra Dios? lo más seguro que te responderá: “Por supuesto que si”, pero si le preguntas: ¿Crees que mereces el infierno?, la respuesta será: “Por supuesto que no”.

¿Donde esta la dificultad? Primeramente en que el ser humano, no ve el pecado en su correcta dimensión. Pero el segundo gran problema radica en el hecho de que los hombres ven con buenos ojos su propia justicia, !ese es el problema! Ellos saben que han hecho algo malo y comparan esos “pequeños” pecados que han cometido con todas las cosas buenas que realizan, y llegan a la fatal conclusión: de que una cosa compensa a la otra.

Leer Isaías 64.6

Observe bien que Isaías no dice: “Que las malas palabras, las malas actitudes, que los pecados, que las mentiras, que el engaño, ¡NO! El profeta dice: nuestras bondades, nuestras virtudes, nuestras justicias son un trapo mugroso. Pregunta: ¿Si así ve Dios nuestras justicias, como vera Dios nuestros pecados?


¿Cómo puedo yo saber que tengo hambre y sed de justicia?


2. Cuando aborrecemos con todo nuestro corazón el pecado:

¿Por qué? Por la sencilla razón de que el pecado es el primer impedimento para poder ser saciados por Dios. Los judíos aparte de ser un poco supersticiosos, tenían un concepto errado en cuanto al pecado; Ellos creían que las formas violentas de morir o terribles enfermedades correspondían a severos castigos divinos por algunos pecados graves contra Dios. Cuando le ocurría algo malo a una persona llámese: catástrofe, accidente, enfermedad o perdida, automáticamente pensaban: En qué clase de pecados habría cometido para merecer esa situación.

El apóstol Juan nos relata en una ocasión, en que los discípulos de Jesús mostraron cuan equivocados estaban sobre ese tema. Y sus discípulos le hicieron la pregunta a Jesús: «Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿cuál fue el pecado que lo condeno a esta condición? ¿Por el pecado de sus padres o por su propio pecado?» Juan 9:2.

Esta es la parte más errada de pensar en cuanto al pecado. Este es el error más destructivo en el que podemos caer, y es: Ignorar nuestro pecado, minimizar nuestro pecado, alcahuetear nuestra culpabilidad porque tal vez, momentánea y pasajeramente todo marcha bien en nuestra vida. Es esa parte equivocada de ver la paja en el ojo ajeno y no ver nuestra falta, es esa forma tan terrible de pensar que estamos bien ante los ojos de Dios, quizás por no llevar sobre nuestras espaldas una situación difícil.

El problema es que Dios no ve las cosas como nosotros. El pecado no debe de verse simplemente como una situación terrible debido a las consecuencias que puede producir en mi vida, en la de mi familia, en mi credibilidad como cristiano, sino porque es un grave acto de rebelión en contra de un Dios inmensurablemente santo.

¿Cuál es el desafío de esta predicación del ayer para los discípulos de hoy?


1. NO te sientas satisfecho con relación a tu vida espiritual.

Filipenses 3.12-14.


2. Considera la promesa a los que desean la justicia: “Ellos serán saciados”


3. Ora fervientemente a Dios que aumente el hambre y la sed por la justicia.


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