Permítame preguntarte: ¿Qué tan importante es la fe para ti? ¿En quien esta puesta tu fe? ¿Qué tan a menudo tu fe es puesta en acción?
La Palabra de Dios nos enseña que la vida cristiana es, de principio a fin, una vida de fe. Se inicia con una decisión de fe y, luego, continúa por fe. “(porque por fe andamos, no por vista)” 2 Corintios 5:7. La fe es un elemento vital para el creyente. Sin ella, nos dice el autor de la carta a los hebreos que: “Es imposible agradar a Dios”. Hebreos 11:6.
Ahora bien, la enseñanza de la Escritura concerniente a la fe contiene cierto elemento que lo he llamado así: Punto de balance. Por un lado, se nos dice que la fe es un regalo de Dios. Leer Efesios 2.8-9
Sin embargo, la Escritura también enseña que el creyente es responsable de ejercer y poner en acción la fe que Dios le ha obsequiado por gracia. Es Dios quien da la fe, pero somos nosotros quienes debemos confiar y llevarla a la practica, aplicándola en el contexto de nuestras circunstancias.
Lamentablemente, esta sencilla verdad de las Escrituras muchas veces se pasa por alto, sobre todo cuando estamos en medio de una prueba, sobre todo cuando viene la adversidad, sobre todo cuando se levantan en nuestras vidas tormentas inesperadas.
Y esto es precisamente lo que les ocurrió también a los discípulos del Señor.
Los discípulos creían en Cristo, los discípulos habían decidido seguir a Cristo, los discípulos habían visto el poder de Cristo, pero en el momento de la prueba no hicieron nada con su fe. La tormenta que se levantó fue tan fuerte, que fueron controlados en extremo por el miedo y la angustia a tal punto, que entraron en pánico.
De ahí la pregunta del Señor, después de calmar el mar embravecido: “¿Cómo no tenéis fe?” Marcos 4.40; Mateo nos dice: “hombres de poca fe”. Mateo 8.26; “¿Dónde está vuestra fe?” Lucas 8:25.
Entonces, aquí surge una pregunta: ¿Cuál es la clase de fe, o el nivel de fe que Cristo les pide a sus discípulos? Y de paso, nos pide a nosotros también. Déjame primero decirte cual no es la clase de fe que vence las tormentas de la vida, para entender mejor cuál es la clase de fe que tu y yo necesitamos:
1. La fe intelectual no nos servirá:
Recordemos que estos versículos están precedidos de una tarde de instrucción y enseñanza teológica por parte de Jesús a sus discípulos: “Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina” Marcos 4.2. Es día fue una tarde de instrucción que comenzó con la parábola del sembrador. Y Jesús cierra esa tarde de instrucción con la parábola de la semilla de mostaza haciendo una comparación con el reino de Dios. Y al final de ese tiempo de enseñanza, Jesús decide ir al otro lado.
Esta seria una noche donde ellos debían de poner en practica un gran numero de instrucción, una gran numero de experiencias, era el momento para poner en practica todo lo que habían visto y oído del Señor. Recordemos que Dios no quiere cabezas grandes sino corazones grandes. Porque esta clase de fe, (La intelectual) lejos de ayudarnos en medio de la tormenta, lejos de traer paz en medio de la tormenta, lejos de calmar nuestras tormentas las avivara aun más.
Y los discípulos en este momento de la historia tenían suficiente evidencia de los alcances del poder del Señor. Pero ahora, era momento de poner esa fe en practica.
La barca esta en medio de vientos huracanados, los vientos y las olas son tan fuertes que estos pescadores experimentados estaban tan temerosos que piensan que morirán y no saben que hacer.
El hecho de estos hombres que prácticamente nacieron en el mar, profesionales del mar, conocedores del mar, entran en pánico; tuvo que haber sido una tormenta de proporciones ciclónicas. Y esas tormentas de la naturaleza tienen similitudes con las tormentas que se presentan en nuestra vida. Donde muchas veces Jesús nos ordena pasar al otro lado, solo para encontrarnos cara a cara contra una tormenta, porque tiene lecciones que darnos, lecciones que yo no las aprendería si estuviera exento de pasar por una tormenta.
Y la razón del porque quiero hacer un poco de énfasis en este punto es, porque si esta experiencia que los discípulos vivieron, la ven simplemente como una demostración de poder de Jesús sobre la naturaleza, y no son capaces de auto examinarse, no son consientes que tienen que tener una autocritica y extraer lecciones para sus vidas; Entonces, hubiese sido quizás de mucha lastima el haber pasado por algo como eso, y no ver las tremendas implicaciones y propósitos de Dios en medio de las tormentas de la vida.
Yo creo que eso ocurre muchas veces con nosotros, pasamos por una tormenta de diferentes tipos, y frecuentemente cuando logramos salir y encontrar la paz, muchos dicen: “Bendito sea el Señor Dios que nos ayudo”. ¡Y esta bien!, pero si no supimos extraer de la tormenta la lección que Dios quería transmitirnos, perderemos mucho en términos de carácter, en términos personales y claro que en términos espirituales.
Porque cada tormenta tiene propósitos específicos, metas especificas, lecciones especificas que debemos aprender. Nada de lo que acontece en nuestra vida, incluyendo las tormentas de la vida, tienen despropósito. Dios tiene un objetivo trazado para cada uno.
Por lo tanto, tenemos que recordar algo que a veces se nos sale de nuestra comprensión, Que de tras de cada tormenta la mano de Dios esta presente. Y, aunque se levante la tormenta más fuerte recordemos que ellas están alineadas a los propósitos y objetivos de Dios para nuestra vida.
A veces las tormentas tienen el objetivo de debilitar mis emociones negativas como lo es el temor, de tal forma que esas tormentas nos ayudan a confiar en Dios, a depositar mi confianza en las manos del Dios que esta demostrando que tiene control sobre todas las circunstancias que sus hijos pudieran enfrentar en la vida.
Así que era el momento preciso para que los discípulos ejercieran la fe en Jesús, pero no lo hicieron.
La pregunta es: ¿Cuál es el primer lugar donde acudimos cuando enfrentamos las tormentas de la vida? ¿Cuál es nuestra primera reacción cuando estamos puesto bajo mucha presión?
Las tormentas llegan a nuestra vida para ver hacia donde se inclina nuestra fe, esto es muy evidente en esta historia. Y creo que demasiados cristianos están agotados, debilitados, desanimados porque procuran enfrentar sus tormentas en sus propias fuerzas.
Y al hacerlo de esta manera, produce en muchos no solo el desgaste físico y emocional, sino el espiritual conduciéndoles a abandonar el barco, o como diríamos: “a tirar la toalla”.
El punto era que los discípulos hombres habían perdido el control de sí mismos, de tal modo que se llenaron de angustia, a pesar de que Jesús iba en la barca. Perdieron el control hasta tal punto que incluso pusieron en duda el cuidado de Jesús hacia ellos: “Maestro, ¿No tienes cuidado que perecemos?”.
Es como si le hubieran dicho a Jesús: “¿Nosotros lo hemos dejado todo por ti, y tu ni siquiera tienes cuidado de nosotros? Con la muerte amenazándonos a todos, ¿No te importa que la furia de los vientos acabe con nosotros?”
¿Cuántas veces no nos hemos sentido de esa manera? Los problemas vienen y nos acorralan al punto que pensamos que Dios se encuentra muy distante, ajeno y despreocupado de nosotros.
Pensamos que la mano de Dios nos ha soltado, que Dios parece no importarle nuestros problemas, que Dios se ha olvidado de nosotros. Sin embargo, es precisamente en esos momentos que debemos poner en acción la fe. Así que, ¿Cuál es la fe que necesitamos en medio de la tormenta?
Bueno esta pregunta la vamos a responder en nuestro próximo estudio, mientras tanto, permítame concluir con este versículo: Leer Habacuc 3.17-19
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