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Cristianos del Mañana II

  • pandevidamcallen
  • 30 mar
  • 6 Min. de lectura

En este bloque de versículos del 18 al 25 donde el eje central es la palabra de Dios, Santiago nos llama a no ser solamente oyentes de la Palabra, sino a ponerla en práctica, a vivir cada mandamiento, principio y norma que ella establece para nuestra vida diaria. Y nos advierte del terrible error cuando solo se escucha la palabra y no es puesta en acción. Yo creo que hoy más que nunca el desafío que Santiago nos da es muy importante porque nos hace un llamado si a la reflexión, pero también a la acción; si a la meditación, pero también al cambio; si al análisis, pero también a la práctica. 

   

El objetivo de Santiago es que podamos tener esa capacidad de convertir cada enseñanza en una oportunidad no solo para crecer espiritualmente, sino para emprender y ser mejores. Al reflexionar sobre estos versículos podemos entonces preguntarnos ¿Cómo estas integrando la Palabra de Dios en las decisiones que haces a diario? ¿La palabra de Dios está afectando la vida familiar, la manera que educas a tus hijos, en la forma que te relacionas con las demás personas? 

   En la clase pasada vimos que para que se produzcan cambios reales en nuestra vida nosotros debemos limpiar nuestro corazón:

Por eso, dejen toda esa mala conducta y todo el mal que tanto los rodean, y acepten con humildad el mensaje que Dios ha puesto en cada uno de ustedes. Ese mensaje tiene el poder de salvarlos”. Santiago 1.21 (PDT)   

Palabras más, palabras menos, Santiago nos dice que es imposible que la palabra tenga un impacto en nuestras vidas, si hay pecado en nuestro corazón. Así que, si no somos sinceros con Dios y renunciamos al pecado, nos alejamos del pecado, y vencemos el pecado, el apóstol Santiago nos dice que nosotros nos estamos autoengañando. Pero además, hay algo adicional que debemos de hacer:

2.    Debemos Eliminar El Orgullo:

  “y acepten con humildad el mensaje que Dios ha puesto en cada uno de ustedes”. (1:21). ¿Por qué esto es tan importante? Porque cuando la palabra es predicada y enseñada, el hombre humilde permite que esa palabra efectué cambios en su vida porque entiende que:

Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra”. 2 Timoteo 3.16-17(NTV).

No hay otra manera, no hay otra forma, no hay otro camino, no hay otro método para recibir correctamente el mensaje de Dios si no lo hacemos con humildad. Pastor, ¿Por qué la humildad es clave?  Porque cuando se recibe la palabra con humildad esa persona no va cuestionar la voluntad de Dios, incluso cuando esa voluntad de Dios te hace pasar en medio del dolor y del sufrimiento, incluso cuando no la puedas comprender; incluso si esa voluntad de Dios es incomprensible con tu lógica. El desafío es: Que podamos decir al igual que Job dijo: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” Job 15.13. Así que, cuando no hay humildad en la vida de la persona que escucha la palabra de Dios, la reacción sera de: duda, incredulidad, desinterés, orgullo;    Otros cuando la palabra es predicada y les descubre un pecado en sus vidas, reaccionan airados, con excusas, con cuestionamientos, con evasivas.

Mis queridos hermanos, pongan atención: Todos ustedes deben estar listos para escuchar, pero deben ser lentos para hablar y para enojarse”. Santiago 1.19 (NBV).

Y no importa que se les prediquen mil sermones, si no tiene humildad van seguir de mal en peor. Este es un asunto muy serio porque Santiago nos dice de la Palabra: “la cual puede salvar vuestras almas”. Así que tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es tu actitud cuando vienes a escuchar la palabra de Dios?  Piensa bien tu respuesta porque tu actitud cuando escuchas la palabra de Dios, esta directamente proporcional a tu condición espiritual. O dicho de otra manera, si vienes aquí a dormir, a calentar una silla, vienes aquí para hacer sentir bien a tu esposa, o porque tu mamá te obligo, estas perdiendo tu tiempo y tu vida está en peligro. Porque la manera en que la recibamos, porque en la manera en que seamos receptivos a la predicación obtendremos los mejores resultados, Santiago dice: “Puede salvar vuestras almas”.  

3.    Sea propositivo en aplicar la Palabra:

Pongan en práctica la palabra y no se limiten a sólo escucharla pues de otra manera se engañan ustedes mismos”. Santiago 1.22 (NBV).  Una de las trampas más peligrosas en las que podemos caer, es pensar que es suficiente afirmar con nuestra cabeza verdades espirituales, sin la necesidad de poner esas verdades en práctica en nuestra vida.  No estoy diciendo que está mal decir: “Amen”. Pero ese “Amen” debe de ir acompañado con una respuesta al cambio, ese amen debe de tener el compromiso a practicar lo que se afirma. 

Ahora si usted lee bien este versículo 22, y no importa en la traducción que lo quiera leer, la fuerza de su mensaje es el mismo: “poner en práctica la palabra” Así que no es una opción, no es una buena recomendación, no es optativo, es un mandato directo de Dios para tu vida. Escucha como esta misma idea recorre toda la Escritura:  Después de que Moisés leyó las normas de la Ley, el pueblo respondió: “«Haremos todo lo que el Señor ha ordenado»”. Éxodo 24:3; “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; más las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley”. Deuteronomio 29.29.

 

Y esa misma verdad recorre todo el Nuevo Testamento. Jesús dijo que cualquiera que escucha sin obedecer es un tonto: “pero el que oye mis enseñanzas y no las pone en práctica, es como el tonto que edificó su casa sobre la arena”.  Mateo 7:26 (NBV) Incluso Jesús dijo que está bien amarlo, pero ese amor debe ir siempre acompañado con el hacer: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos”. Juan 14.15 (NBV) 

 

Cada vez que vienes a la palabra de Dios, ya sea que tú mismo la leas o que esa palabra sea predicada tú tienes que elegir: “La recibo como una buena información, o la pongo en acción; la recibo para incrementar mi conocimiento o permito que genere cambios”. Porque el propósito de Dios al darnos su palabra es que convirtamos cada conocimiento en acciones.  Y Santiago nos da una ilustración de esta verdad: 

El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que mira su cara en un espejo y, en cuanto se va, se olvida de cómo era...     Pero el que pone su atención en la ley perfecta que da libertad, y sigue en ella sin olvidar lo que ha oído y hace lo que ella dice, será dichoso en lo que hace”. Santiago 1.23-25. 

Esta parábola, es un reflejo de lo que sucede cada domingo donde es predicada fielmente la palabra de Dios. Santiago se traslada exactamente al tiempo y espacio de hoy, y nos dice que en estos momentos hay dos clases de personas, hay dos clases de actitudes, hay dos clases de respuestas cuando es predicada la palabra.  Ambas personas están en el lugar correcto, ambas personas están escuchando la palabra correcta, ambas personas están captando el mensaje correcto; la diferencia es la actitud al recibir la palabra y la prontitud para poner en práctica la palabra.  

Cuando la palabra se predica o se enseña, algunos pueden estar con una actitud de humildad y mansedumbre o con enojo y orgullo; una actitud puede ser de aceptación, o la otra puede ser de rechazo; una puede ser aprobación, la otra de desaprobación. Una persona es rápida para obedecer, la otra no; una es decidida para aplicar la palabra, la otra lo deja para mañana.  Ambos creen la misma doctrina, ambos pertenecen a un grupo dentro de la iglesia: de jóvenes, de células, alabanza, los servidores, los maestros de la iglesia infantil. Ambas personas cantan las mismas alabanzas, ambas han adquirido ese lenguaje evangélico que nos caracteriza: “amen, gloria a Dios, bendecido hermano.  ¿En dónde radica la diferencia? 

   

Santiago lo responde: “Uno escucha la palabra y la pone en práctica, el otro escucha la misma palabra, pero no la pone en práctica, uno es un hacedor, el otro no lo es; uno está en el camino correcto, el otro se está autoengañando”. Hermanos, no hay ningún beneficio si solo oímos la palabra y no la ponemos en práctica. De hecho, si esa va ser su única respuesta estas en graves problemas, porque si solo la escuchas, te haces más responsable porque estas adquiriendo mayor conocimiento. Y a mayor conocimiento, mayor será la responsabilidad. Pero, si además de oírla la ponemos en práctica, seremos muy bendecidos.

Mientras Jesús hablaba, una mujer de entre la multitud gritó: ―¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó! Jesús contestó: ―¡Dichosos, más bien, los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!”. Lucas 11.27-28. (NBV).

 
 
 

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