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El Engaño De Las Riquezas

Actualizado: 19 nov


Hay una frase muy conocida que dice: “Todo hombre tiene su precio, solo hace falta saber cuál es”.  Esta frase presenta el corazón del hombre desde su peor faceta, pues lo expone a partir de su ambición señalando que es capaz de hacer cualquier cosa a cambio de una suma determinada de dinero. Sin lugar a dudas que el tema del dinero abarca muchos aspectos de la vida del hombre, y prácticamente sin dinero, poco o nada podemos obtener.  

Pero ¿Que hace la gente para obtener dinero?  ¿Hasta dónde llega la ambición de las personas por querer tener un poco más dinero? La codicia por el dinero ha llevado a muchas personas a estar dispuestos a abandonar a su familia, su fe y sus principios morales por mucho menos de la cantidad que usted se pueda imaginar. Piense en todo lo que la gente hace para obtenerlo:  

  • Destruirán su integridad y su carácter por dinero.

  • Entregarán sus cuerpos por dinero.

  • Robaran, mentirán, mataran en pos de él.

  • Y arruinaran no solo sus vidas, sino la de sus familias tan solo por obtener un poquito más. 

Lo que debemos de tener muy bien claro es, que la codicia es un ladrón que no solo hurta las mejores virtudes que el ser humano puede expresar como: la dignidad, credibilidad, la confianza, la honestidad, y el contentamiento, sino que esclaviza, aprisiona y destruye a quien se lo permita actuar.  Tal vez una pregunta clave que podemos estar haciendo es:     ¿Cómo identificamos esa delgada línea que separa los buenos deseos de la codicia?  Dios nos ha creado de tal forma que cada uno de nosotros tenemos impulsos que nos llevan a desear algo, anhelar algo mejor; es un deseo natural que Dios ha puesto dentro de cada uno de nosotros.

El perezoso desea mucho pero obtiene poco; el que trabaja obtendrá todo lo que desea”. Prov. 13.4. 

Este proverbio no presenta el deseo como un pecado, sino el pecado está en la pereza que no nos permite disfrutar de nuestros deseos. Por lo tanto, cuando usted va caminando por las tiendas no es malo decir: “me gustaría estrenar un traje nuevo” o cuando usted viaja en su auto y ve uno mejor, y dice: “oh que bueno sería cambiar mi auto”. “Cuando usted pasa por una colonia y dice: ¡qué bueno sería tener nuestra propia casa! Esos deseos no son malos en sí, el problema no es desear tener algo, el problema surge cuando ese deseo lo posee, lo controla, lo maneja, y comienza a secuestrarlo a tal grado que produce un caos en sus prioridades. El problema no es desear un nivel económico estable, el peligro es que ese deseo lo impulse a ir en contra de la Palabra de Dios; el problema no es adquirir bienes materiales, el peligro es que ese deseo lo separe de Dios.

Y ese es precisamente el punto que Santiago nos advierte en estos versículos 9 al 11.  Como mirábamos en el estudio anterior, estos versículos tienen mucho que ver con el contexto de los sufrimientos. Los sufrimientos también se pueden presentar debido a una crisis financiera, a un negocio que no se pudo realizar y en el cual se había puesto todas las energías, todos los recursos y en cierto modo todas las esperanzas estaban puestas en ese negocio, pero todo se viene abajo; eso puede producir dolor y crisis.   

Así que, cualquier que sea nuestra realidad, Santiago nos dice que debemos poner toda nuestra confianza en Dios. A los hermanos de escasos recursos les dice que no pierdan sus esperanzas en Dios, y a los hermanos ricos que no pongan sus esperanzas fuera de Dios.  También, en el estudio anterior tratamos el tema de la avaricia, hoy analizaremos su prima hermana: La codicia.  Según el diccionario, “la codicia, es el deseo excesivo de tener riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas”. 

Ahora, no pensemos que la codicia es algo inofensivo, considere esto: La codicia es un término en el que se desprende una lista interminable de pecados tales como: La envidia, traición, egoísmo, fraude, sobornos, estafa, robo, falsedad, mentira, engaño, manipulación, e inclusive el asesinato. 

Permítanme hacer un paréntesis, porque las riquezas no son malas en sí mismas. De hecho, Dios nos ha provisto de medios lícitos para que podamos incrementar legítimamente nuestras posesiones.

Los perezosos empobrecen pronto; los que trabajan mucho enriquecen pronto”. Proverbios 10.4 (NBV).

Una persona responsable en su trabajo, diligente en su trabajo, aplicada en su trabajo muy probablemente que prosperara. En otras palabras: Quien trabaja duro, quien es un trabajador responsable, quien trabaja con esmero tendrá su recompensa. Y esa prosperidad es una bendición de Dios, las riquezas no son malas en sí mismas; las riquezas traen mucho bien cuando estas se encuentran en las manos correctas.  Sin embargo, la Biblia enfatiza una y otra vez que no debemos perseguir las riquezas, porque el afán de hacerse rico corrompe el alma. Leer Proverbios 23.4-5.   


De hecho, Cristo predicó precisamente en su primer Sermón acerca de este enemigo llamado codicia:     

“»No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Mateo 6.19-21.

¿Eso significa que el cristiano no puede tener una casa, ni un auto de alta gama, ni disfrutar de unas merecidas vacaciones? ¿Cristo nos está diciendo que nunca debe haber un saldo a favor en nuestra cuenta bancaria? ¿Significa que, si alguien nos deja una herencia, debemos desprendernos de ella cuanto antes? ¿Significa que nunca es lícito hacer previsión para el futuro mediante ahorros o seguros?  Noten que el versículo no se enfoca exclusivamente al dinero como tal, sino que un tesoro no tiene que ser monetario para ser tesoro.

Un tesoro es todo aquello que ama mi corazón, un tesoro es todo aquello por lo cual me inclino con especial deleite, aquello que disfruto por encima de todas las cosas. Puede ser algo tan grande como una mansión o tan pequeño como una joya, puede ser costoso o puede tener un valor monetario insignificante, puede ser algo tangible como un carro o poder ser intangible como la fama, el prestigio, la influencio o el poder. Cristo dice aquí: No hagáis de ellas vuestro tesoro, no vivan para la acumulación de tales cosas como si vuestra felicidad dependiera de ello únicamente. 

Entonces el enfoque tanto de Cristo como de Santiago, no es tanto en las posesiones en sí, sino más bien, en la actitud que asumimos hacia las posesiones y el dinero. Y Santiago tiene una palabra de advertencia para los hermanos ricos. Y les dice que deben de poner su confianza en Dios y no en las riquezas. ¿Por qué esto es también importante? Porque el dinero no lo es todo, porque aunque tengamos recursos ilimitados, los sufrimientos nos tienen que dirigir primero a Dios, y no al dinero.

Esto es muy importante porque no todo se soluciona con dinero. Así que el llamado de Santiago es que con sinceridad nos examinemos y nos preguntemos: ¿En quién esta puesta tu confianza? ¿Quién es la fuente de tu seguridad en términos financieros?  Cuando los problemas se presentan tu confianza esta: ¿En el banco donde tienes tus ahorros? Tu confianza esta: ¿En las propiedades, en el negocio, en el empleo? 


El peligro para nosotros es que pongamos nuestra confianza en lo creado y no en el Creador, que nuestra seguridad este el dinero y no en el Dador del dinero; que tengamos nuestras esperanzas en lo terrenal y no en lo eterno. ¿Cómo encontrar el equilibrio independientemente si tenemos escasos recursos o abundantes recursos? 

1.    Tu no vales porque lo que tienes: 

​   “Los creyentes que son pobres pueden estar orgullosos, porque Dios los ha honrado; y los que son ricos deberían estar orgullosos de que Dios los ha humillado”. Santiago 1.9-10. 

Es decir, la posición del creyente es de exaltación y de humillación a la vez: con Cristo estamos sentados en los lugares celestiales; pero con Cristo tomamos su cruz y nos negamos a nosotros mismos. El pobre debe regocijarse en las riquezas que le esperan en el reino venidero, pero el creyente rico debe hacer lo contrario: ha de reflexionar sobre el carácter efímero de sus bienes materiales, dejar de depositar su confianza en ellas, y humillarse delante de Dios (4:10) Reconociendo su absoluta dependencia en Dios.

Tanto pobres como ricos encuentran su valor en Dios.   Así que, nuestra dignidad no depende de una cuenta bancaria, ni del capital, ni de los carros que puedan estacionar en tu garaje. Nuestra grandeza radica en el hecho de que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios. 

2.    No te aferres a las cosas que son pasajeras:

​   “Cuando sale el sol, hace calor y se seca la hierba; la flor se cae y ahí termina su hermoso aspecto. Así pasa con los ricos, en un momento los vemos ocupados en sus negocios y, de pronto, mueren”. Santiago 1.11.

No solo las cosas materiales son pasajeras, la vida también lo es. Como las flores en primavera floren, pero cuando el sol sale se marchitan. La única seguridad que tenemos en esta vida es: Dios


PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR


  • ¿Cómo identificamos esa delgada línea que separa los buenos deseos de la codicia?

  • ¿Que peligros producen la ambición por el dinero? 

  • ¿Hasta que punto tener riquezas puede ser peligroso para un cristiano?

  • ¿Cómo logramos vencer a la codicia?

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