Aunque parezca que la incredulidad sea un pequeño defecto, o una falta casi imperceptible y sin muchas consecuencias a largo plazo, lo cierto es que la incredulidad es un pecado que impulsa otros pecados. El primer dardo venenoso que Eva recibió por parte del tentador fue dirigido a desestabilizar su confianza en Dios. “¿Conque Dios os ha dicho: ¿No comáis de todo árbol del huerto?”. Génesis. 3:1. Así que, la incredulidad fue la puerta abierta que Satanás encontró para que los demás pecados se colaran dentro del corazón del hombre. Y una vez que la confianza en Dios fue derribada, el acceso para que el enemigo causara más daños fue inevitable. Por esa razón en este versículo Santiago sí que es directo, y va hablar sin rodeos, sin filtros, va decir las cosas tal y como son; ¡le incomode a quien le incomode!
Porque en el estudio anterior el apóstol no señaló directamente un error, un pecado, una falta, simplemente su intención fue despertar en sus oyentes y de paso en nosotros, la necesidad de conectarnos con Dios. Pero ahora, Santiago nos dice: “...Pero debe pedirle a Dios con fe, sin dudar nada”. Y el apóstol es claro al decirnos que la fe es un elemento vital para el creyente. Es más, uno de los calificativos que recibimos por el hecho de ser seguidores de Cristo, es que somos creyentes. Las personas nos identifican como creyentes. Pero la realidad es que luchamos con ese enemigo llamado: “La incredulidad”.
Y si hay algo cierto es, que la incredulidad no es una situación menor, podría decirles que es uno de los pecados que más ofende a Dios. Porque en esencia, la incredulidad empuja a las personas a dudar de las promesas de Dios, dudar de la capacidad de Dios, dudar del poder de Dios. Y tenemos que reflexionar porque ¿Cuan a menudo actuamos con incredulidad? Nosotros no tenemos conflicto en reconocer que Dios es todopoderoso, que Dios obró, obra y seguirá obrando sobrenaturalmente. Pero es interesante que cuando la adversidad golpea nuestra vida, cuando el sufrimiento toca nuestras vidas, parece ser que el creyente olvida quien es Dios, y comienzan a pensar que Dios no sabe por lo que estas pasando, que no se ha dado por enterado de la situación difícil que estas viviendo, que desconoce por completo el dolor que estas experimentando. Y es ahí cuando la incredulidad comienza a ganar fuerza, a levantarse, y ganar terreno en nuestro corazón con tal fuerza, que comenzamos a dudar de las promesas de Dios, a dudar en cuanto al amor de Dios, de su protección, de sus cuidados.
Así que, no estamos hablando de algo sin mucho valor, todo lo contrario, porque fue la incredulidad la que llevó a que Eva comiera del fruto prohibido, la incredulidad hizo que el mundo antiguo rechazara la advertencia de Noé y murieran en pecado. La incredulidad mantuvo por muchos años a Israel caminando por el desierto, a tal grado que muchos no pudieron entrar en la Tierra Prometida.
Así que no piense que la incredulidad es algo menor, ni mucho menos se justifique porque la incredulidad conlleva en si misma consecuencias terribles:
La incredulidad nos hace ser personas obstinadas: Leer Marcos 16.14.
La incredulidad promueve en tu corazón la apostasía: Leer Hebreos 3.12.
La incredulidad hace que tu desagrades a Dios: Leer Hebreos 11.6.
La incredulidad imposibilita la obra milagrosa de Dios en tu vida.
Entonces, si la incredulidad es un pecado y tiene terribles consecuencias, ¿Cómo nosotros podemos no solo identificarla sino vencerla? Y de paso también, si nos puede mostrar, ¿Cómo es que nosotros permitimos la incredulidad? Con síes versículos podemos responder estas preguntas. Leer Marcos 6.1-6:
1. Cuando nos dejamos controlar por los prejuicios:
Muchas veces cuando viene el sufrimiento y como nosotros no lo podemos controlar, asumimos que nadie lo puede hacer, incluso Dios. Por ejemplo: A veces estamos con el doctor y él te dice que hay que hacer otros exámenes más profundos porque en los resultados previos, vio algo raro. Entonces muchos comienzan a sacar conclusiones de algo que ni siquiera el doctor sabe con plena seguridad que es, pero con ese prejuicio ya pensamos en lo peor. Y esto es claramente visible con las preguntas que se hacían estas personas de una manera prejuiciosa acerca de los orígenes de Jesús: ¿De dónde sacó este todo ese conocimiento si nunca lo vimos con un rabino? Con un tono de burla se seguían preguntando: ¿Es un simple carpintero, es el hijo de María, nosotros conocemos a sus hermanos?”.
Ahora, nosotros no nos atrevemos a tanto como sí lo hicieron los vecinos de Cristo. Pero si somos sinceros, muchas veces no le pedimos a Dios que nos de sabiduría y terminamos haciendo lo que nosotros consideramos que es lo mejor hacer. Y es hasta que tenemos el agua en el cuello que ahí sí buscamos de Dios.
2. Cuando comenzamos a compararnos:
El problema con las comparaciones es que al hacerlo, entramos en un juicio equivocado de valores y en especial cuando enfrentamos el sufrimiento. Te lo explico con un ejemplo. En el Salmo 73 Asaf comienza a decirnos que por poco comete un grave pecado. Asaf comenzó a mirar la gente a su alrededor, y en especial aquellos que no tenían una relación con Dios y tuvo envidia, porque según su juicio de valores, siendo ellos personas malas prosperaban: Leer Salmos 73:4-5.
Y Asaf llega a la conclusión, que vivir una vida piadosa parece ser que ha sido en vano. Leer Salmos 73.12-26. Tratando con justicia a Asaf, tenemos que reconocer que tales interrogantes también nos han invadido. Y vienen preguntas que, aunque no se expresen tiene el poder de desanimarnos: ¿Sera que Dios se ha olvidado de mí? ¿Por qué me ha tocado sufrir injustamente? ¿Por qué estas personas que le han dado la espalda a Dios, están llenas de vida y yo cargo con el dolor de esta enfermedad? Y tenemos que recordar algo que a veces se nos sale de nuestra comprensión, Las pruebas son controladas y permitidas por Dios.
Sin embargo, muchos en medio del dolor, del sufrimiento, de la prueba más dura han dejado de creer en Dios, otros se encuentran enojados contra Dios, otros le han dado la espalda a Dios, y otros han desertado de los caminos de Dios. Por lo tanto, no debemos tomar la incredulidad tan a la ligera, porque alguien puede estar pensando: “Bueno es que yo soy un cristiano con poca fe y creo que esa poca fe será suficiente y me ayudará para seguir mi caminar”. No es tan sencillo como eso, si hay algo que nos enseñan estos seis versículos es que ante la incredulidad hay también una respuesta de Dios. “Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos”. Marcos 6.5. Nuestra falta de fe, o nuestra fe débil no limita el poder de Dios, pero si hace reaccionar a Dios. Después de este rechazo Jesús no vuelve a Nazaret. La pregunta importante entonces es: ¿Cómo vencemos la incredulidad?
Confía en el carácter bondadoso de Dios:
Santiago nos dice: “Pero pida con fe, no dudando nada”. Déjame hacer una pequeña observación de este texto porque muchos han malinterpretado este versículo, y dicen que cuando pides algo a Dios y él no te lo concede, es porque no tuviste fe; o porque has sido un creyente con una fe débil. Sin embargo, Santiago quiere que entendamos que esa fe debe estar puesta en el carácter de Dios, de un Dios que sabe que es lo mejor para nosotros; y muchas veces lo mejor para nosotros es NO darnos lo que nosotros le estamos pidiendo. En el ministerio de Jesús muchas personas que se acercaban a él buscando sanidad a sus enfermedades, sin embargo, en muchas ocasiones Jesús en vez de sanarlos de inmediato, Cristo trataba con su corazón. Por lo tanto, nosotros tenemos que confiar en la soberanía de Dios, en la voluntad de Dios, en los propósitos de Dios y en el carácter bondadoso de Dios que siempre nos dará lo que es mejor para nosotros.
¿Cómo vencemos la incredulidad?
Elige creer en Dios y en nadie más:
Cada día nosotros nos enfrentamos a pruebas, dificultades, decisiones, tristezas, dolores enfermedades, luto e infinidad de sufrimientos. El desafío es: En medio de cualquier situación, Elige creer en Dios y en nadie más. Que nuestra meta sea igual a la del salmista cuando dijo: “¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que cualquier cosa en la tierra. Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre”. Salmos 73.25-26.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
¿Crees que la incredulidad sea un pecado grave ante Dios?
¿Cuales son los resultados de permitir la incredulidad en tu vida?
¿Puede la falta de fe obstaculizar el obrar de Dios?
¿Cómo logramos vencer la incredulidad?
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